Hoy, 2 de abril, hemos celebrado el Día Internacional del Libro Infantil. Como ya os he comentado alguna vez, pero para quienes no lo sepan todavía, se celebra el 2 de abril por ser el día del nacimiento de Hans Christian Andersen.
Pensaba recomendar libros infantiles y entre ellos tenía en mente el Ladrón de minutos, editado por Edebé; Muerte en el Priorato, de Loqueleo; El misterio de los Estudios Kellerman, publicado por Montena o ¿Quién es Carmen Sandiego?, de RBA. Y por supuesto ahí quedan las recomendaciones para niños entre 10 y 12 años.
Pero quiero hablar de otro tema, y es el de las lecturas de los colegios. Niños que además de las clases, los deberes, los deportes, las extra-escolares y las diferentes obligaciones que les imponemos a lo largo de los días, tienen que leer 1 libro al mes de al menos 100 páginas, además de las propias lecturas obligatorias que impone el proyecto curricular correspondiente. Y para ser sinceros, tan mal no me parece si dejamos que el niño elija su propia lectura. Pero no, cuando llevan esos libros cuya lectura les apetece e incluso con la que muchas veces están ilusionados al profesor no le gusta el tema, o la letra, o..."la contraportada".
Cuando empiezan a leer nos encanta regalarles libros, todos les gustan, los devoran, leen con ansia y nos da igual el tema con tal de que nuestros hijos sean los que más leen en la clase. Nuestros niños, efectivamente, son los más listos. Y me parece perfecto, da igual que sea de Star Wars que de Peppa Pig. Son sus personajes favoritos y el caso es que se aficionen a leer. Pero, ¿por qué cuando avanzan en sus gustos los frenamos? Cuando tenemos la oportunidad de ayudarles a investigar en sus gustos lectores, ¿les frenamos para que se adapten a nuestros gustos lectores?
No entiendo en muchos aspectos nuestro sistema educativo pero en el tema de la lectura además de no entenderlo me indigna.
Cuando llegan a Bachillerato, por supuesto se los damos masticados. No entienden la Celestina porque es castellano antiguo y la criatura no sabe...¿latín? (Verídico) Ya ponemos las trabas desde casa.
Hoy en el Día Internacional del Libro Infantil me gustaría que aprendiésemos a no poner puertas a la lectura. Si admitimos que un adulto sea incapaz (por ejemplo) de leer novela histórica pero devore best seller, ¿por qué no podemos aceptar que a nuestros niños les pase lo mismo? Que ellos mismos vayan decidiendo qué les gusta y qué no, y para ello no podemos perderles como lectores. A los 10 o 12 años muchos de esos niños que lo leían todo dejan de leer porque o en casa o en el cole no les dejan leer los libros que les gustan. Si les permitimos a edades tempranas elegir, cuando lleguen a cursos superiores serán capaces de leer La Celestina, el Lazarillo o de reirse con El Quijote; o al menos de leerlos sin traducir.
Y aunque no fuera así (con muchos no será), nadie nos podrá decir que no pusimos todo de nuestra parte.
Os espero entre los libros
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